Mudos blues de la nada

(De la última poesía vasca: repaso urgente)

Conferencia leída en la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad Complutense de Madrid. Marzo 1990. Publicado como suplemento de la revista Susa nº 25.

Espero que no se ofendan si les advierto que hablar ante ustedes, no es, desgraciadamente, llegar a Madrid. A Madrid llegamos por notición, por artículo en revista "especializada" (espero que mi dicción sea lo suficientemente clara para que se oigan las comillas), por colaboración en prensa más o menos amarilla, menos que más progre. Así llegamos algunos vascos, no pocos, a Madrid. No es ello una de las menores razones para que esté yo hoy aquí ante ustedes, porque hay un impulso extraño y profundo que obliga a los cavernícolas a salir siquiera una vez al año de la cueva para reivindicar su dignidad. Yo, personalmente, vengo a disgusto, obligado sólo por el imperativo legal del juego limpio. Y puesto que a quien viene en son de paz se le recibe a tiros, vengamos en plan de guerra.

Guerra a la tergiversación, guerra al ocultismo, guerra a la estupidez de los etólogos y politólogos, guerra a los críticos de la literatura vasca reinsertados o asentados en literaturas hispanoibéricas, guerra a los críticos, y permítaseme plagiar a Alfonso Alvarez Cáccamo, que juegan a cítricos.

Este retórico ultimátum no es sino una pacífica reacción ante las manipulaciones que el escritor y la literatura vascas vienen sufriendo últimamente. Y los causantes son gente que se supone informada, ostentadora de cátedras, personas respetables y a quienes se les reconoce autoridad. Es decir, personas que cuando no se atienen a la verdad, puede imputárseles pecado de mentira. Porque, además, son vascos.

Miente, y miente deliberadamente, quien afirma que el eusquera estándar "es pura gramática, sin dimensiones afectivas y nada apto para el cultivo literario, una jerga de estudiantes y profesores".

Miente, y miente deliberadamente quien afirma que "hay un grupo de escritores en alarmante aumento que cultiva dialectos caídos en desuso hace cuatro siglos y que tienen a gala no leer a ningún autor vasco posterior al siglo XVI".

Este tipo de afirmaciones, supongo, sólo buscan notoriedad. Pero nos irritan, porque provienen de plumas que se precian de fustigar irracionalidades.

Uno de nuestros intelectuales "exportables" afirma que "si algo debemos agradecer a las ayudas oficiales es que hayan colaborado a que unos terroristas potenciales se entretengan en creerse escritores". Muy interesante.

¿Por qué es precisamente la literatura, me pregunto, el terreno en el que más a gusto se siente un vasco terrorista potencial?

Podemos aventurar dos hipótesis:

    1. Porque el terrorista potencial vasco es una persona instruida, alfabetizada en su lengua; es decir, con capacidad para la creación literaria.
    2. Porque siendo el objetivo del terrorista la subversión y la destrucción del orden establecido, encuentra que la literatura es un campo apropiado para este trabajo, y naturalmente, de menos riesgo.

Cualquiera de las dos hipótesis es esperanzadora. La primera, porque muestra una hermosa fe en el ser humano. La segunda, porque muestra una hermosa fe en la literatura. La historia de la literatura, como ustedes saben, está llena de excelentes escritores que no sólo han sido "terroristas potenciales", sino "terroristas de facto". En la literatura vasca hay algunos.

A no ser que lo que se quiera decir es que los escritores vascos en general, o los más o menos adscritos a lo que se ha dado en llamar "la galaxia abertzale", seamos terroristas en potencia. Es cierto, tan cierto como que en las ikastolas se enseña a fabricar goma 2 a partir del chicle. Pero seamos serios: es cierto que muchos escritores vascos, casi la mayoría de los que andamos entre los treinta y los cuarenta años, tenemos ficha policial. Y en la ficha, un alias: nuestro hasta hace algunos años prohibido nombre eusquérico. Y no somos recién venidos a las letras.

Para entender estos diez años de poesía vasca, tendríamos que remontarnos a los últimos cien años, pero doy por sentado que ustedes tienen un cierto conocimiento de la historia de nuestra literatura. Permítanme sin embargo que rememore un poema de hace veinte años, prohibido en la época. Es de Joxe Azurmendi, y se titula Manifiesto tardío. Es en el espíritu libre y a la vez comprometido de este poema-manifiesto que surgirá, años más tarde, la actual poesía vasca, con sus diversas tendencias y matices.

Escribí un panfleto

Para que, si quieres condenarme

No cometas injusticia.

I

Nuestro pueblo no tiene historia.

Es pobre. Ni tiene más que

un par de pobres piratas

algunos sufridos obreros

muchas fronteras sin sentido

mil desgracias. No es poco.

Una cortina de agua

cierra nuestro calendario.

No se encontrará nuestro imperio

en los grandes libros de la historia universal.

Y el vasco estaba conforme.

Y quiso ser libre.

Pero ser libre

es algo francamente difícil

para el desgraciado pueblo

que no ha tenido un Marx

o un 1789.

¿Con qué va a pagar?

Es francamente difícil.

Porque nosotros sólo tenemos

un par de piratas, algunos sufridos obreros,

muchas fronteras difíciles y poco más. Pura calderilla.

Pero queremos ser libres,

qué culpa tengo yo.

Y aunque tras un cheque falso

nos han inventado un árbol de Guernica,

como si querer ser libre fuese pecado,

como si necesitásemos alguna razón.

Nosotros, simplemente, queremos ser libres.

Queremos serlo, sin más.

Porque éste es el último engaño:

Nos han hecho creer

que tenemos que justificar el querer ser libres,

antes desde fuera, y ahora desde dentro.

(...)

Como si para ser libre

hiciera falta permiso de nadie...

Como si necesitáramos argumentos de nadie

para ser pueblo.

Como si ellos

nos trajeran la libertad.

Y no por ellos,

sino contra todos ellos

queremos ser libres,

contra toda nuestra historia,

queremos ser libres.

(...)

Hablar de los últimos diez años de la poesía vasca es un trabajo bastante interesante porque nos impide ampararnos bajo la tutela de nuestro Gran Gabriel, que a fuerza de referencia obligada se convierte en recurso pesado. Supongo que lo mismo les sucede a los gallegos con su Gran Celso y a los catalanes con su Gran Salvador. Sin embargo, ha sido en estos últimos años cuando se han conocido más en profundidad, merced a meritorios trabajos de investigación y recopilación, nuestros clásicos modernos.

Así, hemos recuperado a Jon Mirande. Antisemita, erudito, misógino e iconoclasta, poeta suletino en París, mantuvo con su país unas interesantes relaciones amor-odio, aunque desgraciadamente entretuvo su genio más en provocaciones procaces que en obras de largo impulso. Porque el eusquera, como saben, es un idioma extraordinariamente dotado para la literatura del sexo, aunque algún premio Nobel lo desconozca.

BALADA DE LOS VASCOS NOBLES

Cuerpo ancho, ágil, boina en la cabeza

vasco, y creyente

-qué grandes- habla nasal,

son nobles, oh! tan nobles

y en el fondo todos hidalgos...

...Aunque su apariencia sea sencilla.

(Que el dios Ortzi me libre

de ser como ellos).

Tienen mucha ciencia

saben política y refranes y sentencias

y pelota y danza y canto

y sus cantares son puros

saben leer el misal

(Que el dios Ortzi me libre

de leer como ellos).

Tal como lo eras de los judíos

lo eres de los nobles vascos

Jahvé, Señor

Ocurra lo que me ocurra

no quiera el dios Ortzi

que sea yo tan noble como ellos.

Esto, hace cuarenta años, con un partido nacionalista y confesional hegemónico en la derrota, era realmente intolerable. Mirande es hoy un mito, y en su estudio y divulgación algún artista en el arte de marear ha querido ver la prueba del fascismo de los radicales abertzales. Todo vale con tal de dar de comer al monstruo.

Hemos recuperado también a Lauaxeta, nuestro García Lorca, fusilado como él, inquieto poeta que llegó a la poesía social haciendo un remake nada folklórico de Prendimiento de Antoñito el Camborio:

A UN OBRERO ASESINADO, 1935

¡Rojas minas de mi Vizcaya,

herida profunda en la verde montaña!

Minero de rostro moreno,

afilada piqueta sobre el hombro,

afilada piqueta con brillos de sol sobre el hombro,

monte abajo por los senderos, la mañana a la espalda,

hacia la fábrica cielo de humo.

Rumores de huelga en la ancha calle.

Duros puños; trajes azules.

Los patrones, tumbados tranquilamente,

te tienen por amigo, ¡oh teléfono!

Minero de rostro moreno,

las llamadas pasan por los hilos.

¡Cómo rebrillan por los senderos

los tricornios de la guardia civil!

Aspecto de matones, largos fusiles al hombro.

¡Rojas minas de mi Vizcaya,

herida profunda en la verde montaña!

En medio de cuatro guardias civiles

baja el minero de rostro moreno,

sus negros ojos son puñales finos,

pero no pueden romper las cadenas.

¿A dónde te llevan maniatado,

fuerte cuerpo color de hierro?

Si fueses valiente, mojarías tu afilada piqueta

con sangre enemiga.

¡Márgenes del Nervión, temblor de tranvías,

qué esfuerzos no hizo para librarse de aquellas garras!

Pero bajo el ruido de las fábricas

se perdieron sus gritos.

Humean los largos fusiles

¡Rumor de huelga en la ancha calle!

¡Minero de rostro moreno,

báñate en tu propia sangre!

Los guardias civiles beberán

el mejor vino en Casa Gómez.

¡Rojas minas de mi Vizcaya,

Herida profunda sois en la verde montaña!

La última recuperación importante, además de la del extraordinario y malogrado Lizardi, muerto prematuramente en 1933, ha sido la de Gabriel Aresti, en una estupenda edición de diez tomos que recoge toda su obra en prosa y verso, y gracias a la cual las jóvenes generaciones pueden tener un concepto mejor formado de aquel gran poeta y agitador, también muerto demasiado a tiempo, cuya obra ha sido injustamente reducida a una hoy menospreciada "poesía social".

La cadena no se ha roto. Hay un reconocimiento más o menos explícito, a veces meramente laudatorio, a veces respetuosamente recriminatorio, de la obra de los viejos poetas en la de los jóvenes. Es difícil que una literatura en precario, que una lengua continuamente superviviente, produzca generaciones que rompan totalmente con las anteriores. Y siempre es bueno que los más jóvenes sepan lo que hicieron los que peinan canas. Un Mikel Lasa bien conocido ahorraría muchos intentos inútiles.

Hasta en la obra que inaugura y lidera lo que un antólogo pedante llamaría los novísimos de la poesía vasca, me refiero a Etiopia, de Bernardo Atxaga, hay un reconocimiento hacia los poetas precedentes.

El primer grito de rebeldía juvenil vino dado por la publicación de una revista, Panpina Ustela (La Muñeca Podrida), original y única, fancine avant la page, que, cómo no, amenazaba con lo que podemos considerar el primer manifiesto de la literatura vasca:

Porque es la literatura la voz del pueblo: puesto que ayuda a cambiar la sociedad, la literatura de los vascos debe contribuir a la construcción de otra Euskal Herria. Esta contribución será débil y escasa, porque la literatura, si algo cambia, cambia las sensibilidades, nada más. Los pueblos sin voz se convierten en muñecas podridas...

Esto lo decíamos hace 15 años. Hoy parece que nadie admite que la literatura sea la voz del pueblo, y que el único medio de expresión son las urnas. Y hasta es posible que el pueblo vote contra la poesía, como hemos visto estos días en Nicaragua.

La Etiopia de Atxaga es el pequeño laberinto del desamparo, el yo múltiple de un niño crecido demasiado aprisa, enfebrecido por la belleza. Su gusto por la cita literaria, implícita o explícita, ha provocado que los críticos no hablen más que de "intertextualidad" y "metaliteratura", pedradas que lo mismo valen para dejar tuerto al propio Atxaga que para romperle una costilla a Sarrionandia.

Practicando cierta pose de cansancio y un escepticismo hasta cierto punto impostado, un dejarse llevar por la autocomplacencia del malditismo, Atxaga se instala en su anti-Utopía, en el Desparaíso. Y hasta puede decirse que allí es feliz. A Atxaga se le ha tildado de paradigma del postmodernismo literario. No estoy yo muy de acuerdo con esa etiqueta. Atxaga nos sorprende con frecuencia con una cita, una referencia que nos desplaza de lo instalado, o una imagen que nos inquieta. Ese es su mayor mérito. Tiene otros: desacomplejado uso del idioma, inserción de la naturaleza en ambientes urbanos, integración de héroes del cine y el underground, todo ello ya anunciado en su primera obra, Ziutateaz. Atraído por la subcultura, el lumpen y lo sórdido, construye bellas páginas de sucesos.

Todas las tardes

se reúnen las gaviotas

frente a la estación del tren:

allí repasan sus amores.

En su libro de memorias

dos flores de sándalo

una señala la página de los puentes,

otra la de los suicidas.

Y también guardan una fotografía

del mendigo que, hace tiempo, transportaba

los despojos del mercado.

Pero su pequeño corazón

-que es el de los equilibristas-

por nada suspira tanto

como por esa lluvia tonta

que casi siempre trae viento,

que casi siempre trae sol.

Por nada suspira tanto

como por el inacabable

(cabablé, cabablá),

continuo mudar

del cielo y de los días.

* * *

la ciudad toma los deshilachados vestidos

del otoño: la llovizna y la tristeza de la herrumbre

son sus cintas y sus velos, y la luna muere

al huir entre la niebla baja como un mirlo

de cabeza bermeja entre los remolinos de la nieve;

y desde el viejo puente (allí desembarcaban,

hace mucho tiempo, los embajadores flamencos)

la vendedora de periódicos mira al río

como a un diccionario de voces desconocidas;

y la luz de las cocinas proletarias abre boquetes

en la gran muralla, los mendigos amontonan cartones

que las gaviotas hubieran deseado para sus nidos;

los trenes pierden la memoria ante la fatalidad

de los raíles, parten como apátridas.

Y un poco más allá, los focos de la estación,

los borrachos, el amarillo chillón de los barrenderos,

otro puente, prostitutas, esto se acaba.

Junto al parque, los taxistas hablan del boxeador muerto

que murió como mueren el rabel y los violines callejeros.

El tiempo es un brocado frágil

hecho de atardeceres siempre sombríos

El ya citado Joseba Sarrionandia es otro de los magníficos poetas surgidos del grupo Pott, tertulia y revista heterodoxa que agrupó a media docena de jóvenes escritores. Sarrionandia tiene el mérito de no ser un Atxaga-bis, pues aún compartiendo gustos y bibliofilia con aquél, ha sabido marcarse un camino propio. Aunque, quizá haya sido su propio camino, su propia trayectoria vital, la que ha marcado más su poesía. Estamos en el 81, le cito:

Por otra parte, mucho se habla sobre esta literatura. Que no se entiende, que es difícil, y a ver para qué o para quién escribimos. Si alguien me preguntase para quién escribo, quizá le respondería que para los amigos. Pero puedo decir -sin temor a faltar a la verdad, si es que existe- que para otros muchos. Puedo decir: para los que alguna vez se han colgado cerezas en las orejas, para los capitanes de enmastilados barcos, para los tocados por el amor y los violines nocturnos, para el flautista inventor de un nuevo color. Puedo decir: para los que he sentido cercanos en el peligro aún no creyendo demasiado en el hacha y la serpiente, para los que defienden las Termópilas aún sabiendo que ha nacido Efialtes, para los dos bellos ojos que me aguardan, para los que la fortuna no les es favorable. Puedo decir también: para el mago Merlín preso en la cueva, para el espantapájaro que saluda sonriente al amanecer, para los desesperados habitantes de las prisiones, y para los luchadores de todas las causas perdidas.

Me estoy alargando en este prólogo, y me pregunto si no será por la carcelitis u otra enfermedad parecida. Pero estamos en huelga de hambre, han torturado hasta la muerte a Joseba Arregi, y surgen demasiadas, estériles reflexiones si se está quieto.

Sarrionandia, adelantaba, es uno de los acusados de practicar metaliteratura. Sólo por dejadez mental, sólo por desidia intelectual, puede un crítico lanzar el término metaliteratura como definición. ¿Cuándo no ha sido la literatura meta-literatura? ¿Desde cuándo la poesía vasca no remite a la poesía (vasca)? ¿Es que acaso ya no respetamos a nuestros muertos?

Sarrionandia surge, a sus veintidós años, como un poeta con ansias de universalidad, y si bien en una lectura superficial podríamos sentir un cierto sabor a cosmopolitismo (Praga, Lisboa... avanzadillas de una pequeña salmonella de Kafka y de Pessoa, cierto), es gracias precisamente al magma de interrelaciones literarias en que Sarrionandia encuentra sus propias raíces, y supera el umbral del cultismo para adentrarse en los sentimientos más nobles.

Dos ejemplos extremos:

CUARENTA NOMBRES PARA FORMAR UN SONETO

William Faulkner. Alice Liddell. Buster Keaton.

James Joyce. Marilyn Monroe. Stephen Crane.

Ambroise Bierce. Marcel Duchamp. Jules Verne.

Franz Kafka. Herman Melville. Andre Breton.

Humprey Bogart. Paul Klee. François Villon.

Jacques Brel. Ezra Pound. Louis Ferdinand Celine.

Nicholas Ray. Dante Alighieri. John Wayne.

Samuel Beckett. Jonathan Swift. John Huston.

Nazim Hikmet. Juliette Greco. Boris Vian.

Edgar Allan Poe. Vladimir Nabokov.

Hieronimus Bosch. Bram Stocker. Paul Celan.

Johan Huizinga. Jean Genet. Marcel Schwob.

Edgar Spencer Dodgson. Vladimir Holan.

Edward Lear. Joseph Conrad. Vincent Van Gogh.

* * *

Difícilmente deja su tierra

quien tiene en ella sus raíces.

Difícilmente deja su tierra el árbol

si no es derribado y en tablones.

No deja la niña el ojo si no es en el pico de los cuervos.

Difícilmente deja el mar el salitre,

no deja la arena el desierto.

No deja la primavera la flor,

ni la blancura la nieve.

Difícilmente deja su tierra

quien tiene en ella sus raíces.

Porque, poética premonición, la huida a las siete capitales de la poesía (Patria, París, Grecia, Lisboa, Irlanda, Praga y Destierro), es un huir para volver más terrenal a los siete territorios de su pueblo. Aunque se hayan olvidado de él. Es un hermoso reproche:

VOLVER A CASA

con el mapa de los tesoros bajo el brazo

dejé mi casa y me encaminé

en busca del canto de las sirenas

a través de los refugios del pavor

en el camino solo encontré

pequeños azulados pedernales

y nidos de mirlo pudriéndose

en las profundidades del bosque

cuando el tiempo agotó el camino

volví a casa

era nueva la madera de la puerta

y era nuevo el cerrojo

¿Qué nos importa no saber que la Raymonde que espera al poeta en París en su epigrama XIV es la Raymonde que Mirande buscaba en su poema Pigalle V treinta años antes? Ignorarlo no nos priva de placer y, por otra parte, el lector avisado recibe un guiño de complicidad. Leer poesía es una ceremonia iniciática.

Sarrionandia ha recopilado, ordenado y seleccionado su poesía en Marinel zaharrak, publicado en 1987. Ha pulido, ha conservado, ha eliminado. Y ha creado de nuevo. Se ha reconocido en su vida:

Ruido de tiros y silencio de piedra.

Las nubes pasan indiferentes

Un policía español ha caído en la acera

¿Qué matiz es el rojo de su costado?

Una mujer mayor ha pensado en la ventana:

No lloraré por tu aliento

hasta que me devuelvan a mi hijo

El cuerpo se desangrará sobre la acera, en silencio,

bajo nuevas nubes

Luego, en la calle quedará un casquillo,

vacío como la habitación del hijo perdido

Se ha interrogado una vez más sobre la función de la literatura. Y admite los cambios de perspectiva:

Cuando el comisario Angel Martínez

introduce el cañón de su pistola en el ano del detenido desnudo

Y al sacar la mirilla sucia, ensangrentada, patética

¿qué le importa al muchacho torturado

si el poeta es o no es "um fingidor"?

¿Ha visitado Chesterton el cuartel de la Salve?

¿Quién conoce a Herman Broch en los calabozos de Intxaurrondo?

¿Cómo explicará luego el muchacho torturado,

al llegar deshecho ante el juez,

el sentido de la expresión "objetive-correlative"?

¿Qué es para Molly Bloom el amanecer lleno de agujas de

Carabanchel? ¿Quién es Michel Foucault para el que

se pudre en celdas de castigo durante diez meses?

¿Una visita de 5 minutos? ¿Un encuentro íntimo?

¿Cuál es para la literatura el valor ético inagotable

de toda rebeldía, de toda revolución, de toda aventura?

¿Qué se ha escrito en Voprosi Literaturi o en Tel Quel

sobre las interminables huelgas de hambre de los presos vascos?

¿Qué le importa "el compromiso"

-sin escudos como su corazón bandera de la revolución-

al muchacho que corre entre los disparos de la policía?

Y se ha confesado:

El viaje puede ser la metáfora de la vida,

La muerte un montón de zapatos rotos

bajo la luna que sólo se ilumina a sí misma.

Las suelas de los zapatos ya no recuerdan

qué es lo que han aplastado en su camino.

Un montón de zapatos rotos, sin cordones,

Porque los cordones se los han llevado los caminantes

para ahorcarse en algún lugar.

Da miedo que un poeta de 34 años defina así la vida. Pero aún da más miedo que Joseba Sarrionandia, prófugo de la cárcel, sea proscrito por pesimista y se lance contra él una despreciable orden de busca y captura por parte de ortodoxos y sectarios.

Aquel grito de juvenil y rebelde gozo literario que fue Panpina Ustela, tuvo, además de Pott, otra vertiente, que produjo varios libros de autores noveles bajo la colección Ustela. En ella se estrenan once nuevos escritores en los años 77-80, de ellos siete poetas. La colección se mantuvo por la cesión de los derechos de autor y por la reactivación económica que supuso la reedición de la primera novela vasca moderna, Egunero hasten delako, de Ramon Saizarbitoria, en un gesto solidario del autor que nos ayudó mucho en esto y otras cosas.

Algunos de ellos se han quedado en el camino, o no han vuelto a publicar hasta hoy, como aquél interesante Alex Azkue de diecisiete años; otros siguen trabajando su obra sin encontrar su verdadero estilo, y otros se han afianzado con los años y han ganado en profundidad y madurez, publicando con irregular periodicidad, pero con seguro pulso. Es el caso de Jose Luis Otamendi, de Jean Casenave, -poeta sensual y profundo a la vez, precedente de una importante renovación literaria y cultural que se esta dando hoy al otro lado del Bidasoa- y de Rafa Egiguren, novelista de gran aliento y uno de los raros poetas especialmente dotados para el ritmo y la medida, lo que le convierte en apetecible bocado para músicos y cantantes.

Durante los primeros años ochenta, superada la enfermedad infantil de la poesía visual, a la que deben tanto algunos falsos poetas, incapaces de copiar lo profundo de la amplia obra de Joxean Arze, muchos poetas jóvenes cayeron en la enfermedad senil de la antipoesía, al estilo de Nicanor Parra, con unas gotas de deliberado feísmo. Uno no es ajeno a la propagación de esta moda, por lo que mea culpa.

Así escribían los más jóvenes de aquella colección Ustela (Podrido), título ya significativo. Eran jóvenes, pero practicaban la ironía, como el citado Alex Azkue:

Pronto te matarán muchacho,

tranquilo,

morir por el honor de la nación

es un acto que nunca se olvidará,

tranquilo,

y además cuando te pongan contra la pared

no sentirás más que el sonido de las campanas

y el golpe de los fusiles.

Tranquilo,

será cosa de un momento,

tranquilo,

todos tenemos que pasar

algún mal trance,

así es la vida.

Pero pasará pronto,

quizá se prolongue un poco,

pero allí estaremos todos

para animarte,

y verás que rápido te mueres.

Suele ser una fiesta hermosa y alegre

todos enmascarados y gritando,

sí, de verdad que es un buen ambiente!

Sí, muchacho, sí,

es cierto que tu gloria sobrevivirá en nosotros.

Esta colección de efímera vida tuvo una excelente continuación en la colección Susa, heredera del espíritu de aquella, hay que reconocerlo, con más ímpetu y mejor organización. Este es el primer poema del primer libro que publicó, y pertenece a Xabier Montoia:

Para algunos

la historia comienza

cuando Jesucristo

(entre ladrones)

subió a la cruz.

Para otros, en cambio,

cuando Lenin -quitándose el gorro-

anunció en la Estación de Finlandia:

"Todo el poder para los soviets".

Para mí

la historia comienza

el día que David Bowie se cortó el pelo.

Susa ha dado a conocer hasta hoy a más de quince nuevos escritores, cumpliendo una función promocional humilde y voluntariosa muchas veces, pero inestimable en todo caso, sin contar la revista del mismo nombre en la que colaboran bastantes poetas. Son doce los jóvenes poetas que han publicado su primera obra en Susa, lo que demuestra una vez más que nuestro género parece el más apropiado para salir a la plaza.

No todos ellos se calientan al mismo sol. El más veterano, superviviente de Ustela, es Jose Luis Otamendi, que viene publicando tenazmente una obra que va ganando en madurez y calidad de libro en libro:

La plaza de mi pueblo tiene muchos arcos

y sin embargo

nadie se ha perdido en sus tristes ojos

y nunca se ha encontrado

la chincheta de la cabeza de una joven peonza

la base de la torre de Babel

La plaza de mi pueblo tiene muchos arcos

entre sus columnas guarda el juego de los niños.

* * *

Han muerto

los cercos hechos de rosas

sin manos tibias

Han muerto

mis caballos de guerra

sin caballero

han muerto los sueños

ahora el tiempo es de cristal.

* * *

No será suficiente un beso

para calmar los enlodados mares del mundo

no será suficiente un grito

para comenzar a creer en las fuerzas creadoras

es poco abrazar la noche

es poco el arco iris

somos demasiado pocos los enamorados

Si Otamendi es el más abiertamente lírico de este grupo, Iñigo Aranbarri es el más hermético, lo que no le impide conseguir efectos de rara belleza:

Eso es,

pongamos nombre a cada fruto del invierno

he criado siete langostas en mis entrañas

tan vengativas como una llovizna sin fin

Son demasiado planas las horas cuando estás lejos

Ahora recuerdo los amigos, no las langostas

Cuando me hablas de la soledad buscando un ciclo

Y que alguna vez el agua engullirá nuestra isla

O que al menos lo supones, que se llevará nuestras casas, nuestras fondas,

nuestas goletas, hacia las más afiladas rocas

Transformando el olvido en astillas, amapola de caolín.

Podemos insertar en este núcleo, y en esta generación, a Omar Navarro, poeta prolífico y de nervio, de poderosa inspiración. Ha trabajado diferentes temas y estilos, como tanteando el terreno antes de emprender la gran obra que todos esperamos de él:

¡Si todas las fieras que el alcohol ha ahogado en mí

aprendieran a nadar

y volvieran a mí en mis delirios!

Formaría un mundo extraño

viviendo en fronteras cálidamente resbaladizas

echando el aliento en plena cara a la locura

de modo que en cualquier momento

me asiese y me abrazase.

Quizá me morderían

en las venas del cuello o

Podría diluirme en sangre

y las fieras que aprendieron a nadar

construirían en mi cuerpo

cobijos, cuevas, nidos, refugios.

Convertido en circo

yo mismo sería pista y público,

fiera y domador

entrada silla niño

Podría reírme de mí mismo en las payasadas

y me llevarían al manicomio

no por alcohólico

no por llevarme el circo

no por ser silla y niño

no por lo de las fronteras cálidamente resbaladizas

no por reírme de mí mismo

no no no.

Simplemente por reírme

me llevarían

sin tener en cuenta de qué me río

Simplemente por reírme

si lo que el alcohol ha ahogado en mí

aprendiera a nadar.

El ya citado Xabier Montoia es otro de los valores de este grupo. En su tercer libro de poemas, muy evolucionado en la forma respecto a los anteriores, construye largos poemas de corte narrativo.

DECLARACIÓN

Yo,

tras vivir tantos años atado a la pistola,

me arrepiento,

¡Alborócense los mandriles culirrojos

que llenan los diarios!

¡Brinden los demócratas picotudos

que llenan los restaurantes!

¡Bailen los txakurras de todos los colores

que llenan las casas de putas!

Me arrepiento

al darme cuenta de estos años perdidos,

convencido de lo inútil de mi lucha.

Me arrepiento

y a la vez juro:

que nunca más me cegará el brillo del revólver,

que nunca más erraré,

que nunca más lo haré uno a uno,

que el arma que escogeré

será exacta, perfecta, ultimante.

Pronto

me acercaré hasta Amsterdam

y bajo los mil doscientos puentes de la ciudad de ratones blancos

encontraré a The Dealer, El Traficante Máximo,

y la clara luz de mi navaja

cerrará sus ojos de pescado para siempre.

Me pasearé por los canales

con la alegría del borracho,

con la arrogancia del atleta,

dueño y señor de la droga más potente

con el arma más perfecta en el bolsillo junto al corazón.

(...)

Yo,

el que liberará el mundo de los monstruos,

Clark Kent, Captain Marvel, todos los superhéroes en uno,

me arrepiento

de haberme dado cuenta muy tarde

de las ventajas del veneno silencioso.

Es en este grupo de poetas donde más nítidamente se aprecia la voluntad de moldear la lengua en terminología, imágenes y temática a lo que podríamos llamar lo urbano cotidiano. En un estilo más tradicional, de fuertes y bien asumidas influencias populares y clásicas, destaca Patziku Perurena en el círculo de escritores navarros surgidos en la recientemente desaparecida revista Korrok (¡nada más y nada menos que trece números!). Una importante aportación neoclásica ha sido también la de Patri Urkizu y la del novel Berrizbeitia, con interesantes matices irónicos. Les recito a Perurena, uno de los pocos poetas que están bien instalados en su lengua y en su estilo:

Siento tus pasos

en aquellas nieblas que huyen silenciosas

Siento tus manos

sobre las piedras maduradas por el sol

Siento tu duda en aquel eventual caminar del aire.

Son largas las noches sin recuerdos.

Afiladas, las tijeras que cortaron la infancia.

Siento tus ojos

en aquellas fraguas del confín del mundo.

Siento tu voz

en aquellos oscuros y lejanos ríos.

Mil veces más hermosas eran aquellas aguas

Cuando hablabas sin ningún motivo.

Para terminar con los poetas enmarcables o representativos de grupos -no hace falta que les avise que los grupos de poetas raramente son homogéneos- no debemos de olvidar a los poetas agrupados en torno a la revista Maiatz, de Iparralde, o si prefieren, Santuario del Sur de Francia que algunos llaman Euskadi Norte. Destaca sobremanera la poetisa y novelista Itxaro Borda, voz rebelde e iconoclasta, que está haciendo mucho bien a una literatura -me refiero a la "vascofrancesa"- tradicionalmente dominada por cuatro notables.

(...)

hoy sueño silencios helados:

puedo adivinar

los ojos enrojecidos de las fieras en los negros delirios de la noche

en las ventosas cumbres abriéndose, rompiéndose, haciéndose ceniza

silencios helados o mudos blues de la nada:

no puedo ganar el sueño, el sueño y las personas normales, rectas

y fumo y fumo todas las noches me son pleno día

veo el arcoiris de lo oscuro que produce la lucha

de la lluvia y de la luna

pues nadie me cree, o dicen que me he vuelto loca

cuando grabo en viejas cintas los gritos sinfónicos de las ranas

para utilizarlos como materia poética

mudos blues de la nada:

no produzco la adrenalina suficiente

para responder a golpes a las seguras armadas del conformismo

que me ataca con su conocida eslrategia

(...)

mudos blues de la nada:

luego he pensado que en mi caso la mejor reacción

es romper a llorar por nada: ni una miserable lágrima

aunque me engañe. quizá esté más endurecida

que a los dieciséis años. entonces al menos era romántica:

(...)

quiero descomponer desde su interior

el ser animal anterior al caos, volver al vientre

de las mitológicas madres ideales, ir más atrás en el tiempo pasado,

a fin de encontrar en este torpe silencio

los complejos mecanismos básicos de una vida que pueda entender

silencios helados:

los amigos del barrio organizan grandes cenas

para rebañar las ilusiones en espesas salsas y yo

engullo el último caldo del condenado

para limpiar los intestinos de restos de crueles calamidades

mudos blues de la nada:

mi mundo es el caos cósmico. que la carne se haga verbo

para que acabe así esta rareza que ha cumplido dos mil años.

Como francotiradores, o poetas menos sociables, es de obligada referencia Mikel Arregi, que como Egiguren, posee una especial capacidad para el ritmo y la rima. Es un poeta humilde y de muy poca obra publicada. Su lenguaje es siempre fluido y suave, y no sería exagerado decir que lo que mejor lo define es la palabra ternura. Por supuesto que ha sido profusamente cantado.

Paso a paso no tropieces

en esta vieja estrada.

En este maldito mundo

tenemos que construir el cielo de los hombres

porque el hombre

no necesita el patio de los ángeles

para ser feliz.

Que los ángeles anden por su tierra,

nuestra única esperanza

es esta estrada sin salidas.

No dejéis resquicio a los ángeles,

que no entren por los vientos de este mundo,

y si vienen,

no les abras la ventana.

Enterremos cuando antes

esos espíritus fantasmas

que han llegado para apartar al hombre de su camino,

porque son capaces

de hacer olvidar las penas al que sufre

y engañarnos a ti a mí a todos

con razones de otro mundo.

Felipe Juaristi ha surgido con fuerza en los últimos años. Su poesía tiene tintes de decadencia y descreimiento, a pesar de su innegable garra. Díganme si no es hermoso este poema, con crepuscularidad incluida:

Es lo mismo mezclar Oriente y Occidente

la metafísica y la poesía.

El pasado no vale nada

cuando todas las cosas se han gastado

y el adiós y la despedida,

caballeros del atardecer,

se han vestido de amargura negra.

Ni el futuro.

Porque no tiene sexo.

La noche es un náufrago urbano,

los sueños desembarcan

en un camino enseñado por Elcano,

en el crepúsculo se dan las guerras más increíbles,

los vivos bailan el último tango con los muertos

bajo el sonido de una botella,

sin saber

que el abrazo de la eternidad es de hielo

y que el árbol de la ciencia

no da manzanas,

sino una cercana sombra.

Lamentablemente es también poeta de un solo libro Joxean Muñoz. Poesía a veces alambicada y al borde del artificio, original, el suyo es un trabajo sin parangón entre nosotros. Muñoz recorre todas las posibilidades de la duda para ofrecernos magníficos recortes multicolores. Espero haberlo traducido correctamente:

Decir "A" decir "B" cómo es tu nombre,

reconoce que "tu" es nombre propio

que no sé contar: con "A" (...) con "B" (...)

que no se puede distinguir

que el patrón son las igualdades y no las anécdotas

Saber, descubrir imaginando,

que todos los labios pueden volverse nombres genéricos

y los nombres propios memoria privada

como todas las llamadas telefónicas un "¿Díga?"

Expresar A o B o tu nombre

(más tu nombre)

porque la acumulación no tiene estructura

sino nudos, cuerdas sin cabo

y una cadena,

formada por vacíos que el hierro apenas logra señalar

(y por eso) adivinar

que está en las palabras sin biografía.

Alzar de cualquier hoja del diccionario

el pedazo cortado de cinta roja

Escribir en minúsculas que

(mis, tus) caricias me han librado

de decir A, B, D

(de mi nombre, cómo)

mostrar

que mi nombre propio es "mi"

También tenemos mujeres. Sé que cometo sexismo al ponerlas a todas juntas, pero, aún de diferentes estilos, al igual que a aquellas extraordinarias poetisas vascas del siglo XV, su condición les impide ser poetas químicamente puros, de lo cual yo particularmente me alegro, como me alegro que ya no estén solas las pioneras Amaia Lasa y Arantxa Urretabizkaia (inolvidable, por cierto, San Pedro bezperaren ondokoak). Tere Irastorza y Mª José Kerejeta son las más destacadas entre las jóvenes. De la primera es esta amarga autocrítica:

Recuerdo tu presencia clara y luminosa

antes escribía para guardarla en la memoria

y después para oscurecer y olvidar

tu presencia clara y luminosa

Ahora

lo que ha quedado en los poemas escritos por tu causa

me entristece

el encontrarme tu sombra en nuevos poemas

el tener que borrar las verdades

por no recordarte.

De Mª José Kerejeta este irónico mensaje al macho:

"Me marcharé de esta ciudad, y no dejaré huella"

me decías, y lo recuerdo;

pero no soy yo quien huye.

Como ves, a veces tropezamos con el lirismo.

Escucha pues mi adiós -eso último es pura retórica-

mientras pienso en distancias exactas, cartográficas, patentes

y para ti, por cierto, insalvables.

Escribo esto para ti al anochecer, y semidormida me emborracho lentamente

de humo -ya me conoces- y de silencio. No hay recuerdos:

con mis actos trastoco el orden de la noche, nada más.

Compréndelo. Adiós. Esta es mi venganza.

Por primera vez podemos hablar de una generación sin complejos, que pretende que su poesía esté al nivel de sus lecturas. Otra cosa es que lo consiga. Aquella boutade del linguamaestre Mitxelena en la que afirmaba que él había aprendido ruso para poder gozar de Dostoyewski en versión original es ya, en gran medida, un hecho natural. Con la ventaja de que no todos los que han aprendido ruso lo han hecho para pasar el rato en celdas.

Tenemos, por último, los poetas que luchan, también poéticamente, por una Irlanda reunificada, socialista y gaélica, y están los poetas encarcelados. Son más de quinientos. Algunos de ellos escriben. Y éstos no están subvencionados. Y tampoco escriben bazofia. Escuchen:

PUERTO DE SANTA MARIA, 1984

Hoy quizá vuelva a oscurecer

quizá se enciendan las estrellas en el firmamento

y aquí abajo hará frío

Prohibido el hablar con nadie

hablo sólo conmigo mismo

pero me mandan callar

Cantar también está prohibido

pero no saben

que escribimos poemas

He comenzado a escribir un poema

como en el rincón de esta celda extiende sus hilos la araña

* * *

Es fría la piel de la piedra

en las noches guillotinadas

el miedo a mil gatillos

y no poder dormir

¿Qué fuego precisa vuestra sangre para hervir?

Roña en todas las esquinas

mosquitos en los labios de las heridas

la humedad de las mantas

y aún y todo sueño

* * *

En la cárcel nunca ha habido paraguas

Aquí no hay frente ni espalda

sólo la distancia marcada por las paredes

puede mirarse hacia arriba si hay nubes

siempre es azul el color de la nada

por fin la tormenta se ha vaciado en un mar

y entonces he escrito poemas náufragos

* * *

¿Por qué lloras, madre?

Pronto saldremos,

y al salir de las celdas

en el patio hará frío.

Mañana no tendré visita

mi chica me ha escrito

que ha conocido a un chico moreno

que me seguirá escribiendo

si quiero

dame un trozo de papel

* * *

¿Que frío precisa vuestra sangre para helarse?

* * *

No cabe duda de que la poesía ayuda a ser libre.

 

© Koldo Izagirre


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