VOLGA

 

Es abril. Se han deshelado las aguas del Volga.

Los vapores han empezado a navegar

por los mismos lugares que hace un mes cruzaban los carros.

Antón Chéjov se dirige a la isla-cárcel de Sajalin.

Su madre le ha dicho que no lo haga,

su hermano le ha dicho que no lo haga.

Pero él lo tiene muy claro:

Quiere poner nombre al infierno.

 

Es diciembre. Chéjov llega a Moscú.

Su madre y su hermano acuden a recibirlo.

Trae baúles repletos de papeles.

Pero sus ojos están demasiado cansados,

cubiertos por un velo azul, cristalizados

por una delgada capa de hielo

que no puede resistir el paso de los días.

 

 

© Kirmen Uribe

© de la traducción: Kirmen Uribe / Gerardo Markuleta


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